Muestra fotográfica sobre la lucha de las mujeres en Kurdistán

La Provincia

Este miércoles será inaugurada en la Legislatura de Santa Fe una exposición de la fotógrafa rosarina Virginia Benedetto, con imágenes de la lucha encabezada por las mujeres en Kurdistán.

El presidente de la Cámara de Diputados, Antonio Bonfatti, y el diputado provincial Rubén Galassi, invitan a la ciudadanía a la inauguración de la muestra fotográfica “Şoreşa Jinê, la revolución de las mujeres”, de la reportera gráfica Virginia Benedetto.

La exhibición se hará en el hall de la Legislatura Provincial (General López 3055), y su inauguración será el miércoles 22 de mayo, a las 17 horas.

En su trabajo, la fotógrafa rosarina refleja la lucha de las mujeres, luego de un viaje por Kurdistán, una región autónoma situada entre Siria, Turquía, Irak e Irán.

“El pueblo kurdo, junto a otras comunidades, están llevando adelante en aquellas tierras de montañas una revolución, protagonizada principalmente por las mujeres que se enfrentan al patriarcado y a la opresión continua del Estado turco y el autodenominado Estado Islámico”, explicó Benedetto.

A continuación reproducimos las palabras utilizadas por la reportera del diario La Capital en una publicación de Facebook donde hizo una reflexión a modo de balance de aquel viaje:

“Es muy difícil poder sintetizar en palabras lo que significó para mí el viaje a Kurdistán. Lo que puedo decir a priori, aunque suene trillado, es que ya no volveré a ser la misma después de este viaje. Las mujeres de Kurdistán modificaron mi escala entre lo posible y lo imposible.

Kurdistán me regaló una de las experiencias más vitales de mi vida, me dejó afectos sembrados, dolores guardados, la comprensión de la vida y la naturaleza de un modo diferente y me dejó dos amigas. Alina, médica internacionalista que llevo en mi corazón, y Hevidar, mujer luchadora y de una voluntad inquebrantable. Con ella compartimos mucho y hasta pude darme el gusto de que cantemos juntas “El necio” de Silvio Rodríguez .

Hay muchas experiencias vividas, muchas historias para contar. Se me hace difícil poner tanto sentimiento en palabras, no sé si eso es posible. Como no fue posible que mis ojos dimensionaran tanto cuando estuve allí. Los ojos no alcanzan para poder abarcar el avasallamiento de la destrucción que genera la guerra, no es posible comprender el odio a un pueblo que lucha por una vida libre. Pero no hay ojos, no hay alma, no hay cuerpo, capaz de contener la emoción que desborda cuando se ve a ese mismo pueblo organizado, cuando se ve a ese mismo pueblo construyendo una sociedad nueva, autónoma, libre. Una sociedad donde las mujeres son las protagonistas, donde utilizan las armas para defenderse, pero poseen otras mucho más poderosas: la de la dignidad, la de la no renuncia, la de la lucha por sus derechos y los de todos. Las mujeres de Kurdistán me dieron todo, el amor, la valentía, el orgullo de enfrentarse al miedo, la idea más cabal de que no hay nada que no se pueda combatir si se da pelea. El valor de la vida, de la naturaleza, de la palabra. La sencillez, la humildad, la generosidad, la convicción sin límites el compromiso de una vida libre.

Una de las experiencias que más me marcó fue la de una mujer de las milicias junto a su hijo. Llegaron una tarde a la montaña, la mujer tenía ojos oscuros profundos, nos sentamos en ronda a tomar el té, como es costumbre para compartir como para nosotros lo es el mate.

Le pregunte como había sido que los dos, madre e hijo se unieran a las fuerzas de autodefensa. Asintió con la cabeza a mi pregunta y me dijo que ella quería hablarme de la situación de Irán. Entonces ahí contó sobre la esclavización de las mujeres, sobre las niñas que son obligadas a casarse con hombres adultos, sobre la violencia física, psíquica, sobre la creencia de superioridad del hombre sobre la mujer. Me habló que ese desprecio por la mujer termina reflejándose en los hijos cuando crecen hacia sus madres, aquellas mismas mujeres que los cuidaron, que lo criaron que los amaron. Cuando terminó de comentarme todas esas vejaciones que padecían me dijo: “Esa es mi historia. Esa es mi historia y yo no quería eso para mí y para mi hijo, por eso huí, me llevé a mi hijo y me uní a las milicias. Hoy puedo decir con orgullo que mi hijo es comandante, que lucha por la libertad de estas tierras, lucha con las mujeres por una vida libre. Es otro modelo de hombre diferente al que estaba destinado”.

Sentí una emoción muy fuerte ante su relato y la firmeza de su mirada. La felicité por su valentía, le dije que la admiraba, que tenía más que razones de sentirse orgullosa.

Después pedí hacerle un retrato. Lo hicimos rápido porque el dron que bombardea hacía rato que estaba acechando. Después nos hicimos una foto juntas y nos abrazamos muy fuerte. Hay idiomas que no necesitan palabras.

Ellas, las mujeres libres de Kurdistán, son la dignidad hecha historia”.

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