¿Quién fue el General San Martín ? | por Miguel Ángel Brusasca

Opinión

En el año 1767 se produce la expulsión de los Jesuitas de España e Indias. Los pueblos misioneros, que dichos religiosos crearon y administraron, pasaron a manos de gobernadores militares y españoles. Entre ellos el capitán don Juan de San Martín, casado con doña Gregoria Matorras, quien fue designado gobernador de Yapeyú, lugar ubicado sobre la margen occidental del río Uruguay.

Poco tiempo después de la llegada de dicho matrimonio a aquel pueblo de raíz misionera, un 25 de febrero de 1778, vino al mundo el benjamín de la familia a quien bautizaron como José Francisco. Fue precisamente en Yapeyú, voz que en guaraní significa “lo que está en sazón”, o el “fruto que está maduro”, donde transcurre su primera infancia.

Luego, a raíz del trabajo de su padre, toda la familia pasó un corto tiempo en Buenos Aires. A los siete años de edad, José Francisco, ya estaba en España, permaneciendo por un breve periodo en Madrid, para luego radicarse en la ciudad de Málaga.

Aún no había cumplido los doce años cuando solicitó ingresar a la milicia real, haciéndolo como cadete en el Regimiento de Murcia. Revistando en dicha unidad militar, con sólo trece años de edad, tiene su bautismo de fuego en las ardientes arenas del norte de África comportándose en tan difícil escenario con valentía y arrojo, amén de destacarse como un magnífico y promisorio soldado.

Uno de sus biógrafos, Bartolomé Mitre, describe elocuentemente la intervención de San Martín en la guerra con Francia donde en el mismo campo de batalla es nombrado Teniente Segundo, siendo considerado con el mayor  encomio y respeto por sus camaradas de armas. Posteriormente, participa en campañas militares contra Inglaterra, Francia, Portugal y África hasta cumplir los treinta y cuatro años.

En el lapso europeo de dos décadas, en el cual discurre su carrera militar, José de San Martín se forjó y maduró como soldado profesional, siendo testigo del nacimiento de los ideales liberales en Europa ante la decadencia y la corrupción de las monarquías absolutistas reinantes por entonces.

Inspirados en tales postulados políticos, se reúne en Cádiz un grupo de españoles nacidos en América, quienes informados de los primeros movimientos independentistas en sus países natales, resuelven regresar cada uno a su tierra de origen a fin “…de prestar servicios en la lucha en que se habrían de empeñar…”

San Martín decide regresar a la región del Plata, pasando antes por Inglaterra donde ingresa a una sociedad secreta cuyo objetivo era trabajar por la libertad e independencia americana. Luego de un tiempo en la capital inglesa llega a Buenos Aires, donde se le reconoce su jerarquía militar como teniente coronel de caballería.

En medio de una marcada desconfianza por parte de los gobernantes rioplatenses, inicia en 1812 su proyecto militar que culminaría una década más tarde con la independencia de tres repúblicas: Argentina, Chile y Perú.

Tan preciado y costoso objetivo alcanzado por el hijo de Yapeyú, fue posible gracias a su tesón y a la aplicación de una vasta experiencia militar de más de veinte años adquirida en el Viejo Continente, combatiendo contra los moros, los ingleses, los franceses y los portugueses, por mar y tierra.

Su aquilatada y valiosa condición de soldado profesional fue la que le permitió destacarse en San Lorenzo al momento del Bautismo de Fuego de sus granaderos, cruzar los Andes con rumbo a Chile y triunfar de manera categórica allende la cordillera en Chacabuco y Maipú para llegar luego al Perú por mar, tal como lo había pergeñado en su épico Plan Continental.

Si bien su paso por el Perú fue corto, ya que se extendió entre el 12 de Setiembre de 1820 y el 20 de setiembre de 1822, en este lapso realizó una inteligente y formidable tarea; dejándole a aquella naciente republica sus máximos símbolos patrios, fomentando además la educación y la cultura. Organizando sus fuerzas de tierra y de mar y sobre todo exaltando las libertades individuales y republicanas, las cuales hoy son la base misma de la Constitución Nacional de dicho país.

Es decir, San Martín le legó al Perú los cimientos de una Carta Magna respaldada por el espíritu y la letra del Estatuto Provisional que con tanta decisión y acierto aplicara como gobernante en su corto período protectoral, llevando adelante cada acción de gobierno con gran sentido de la justicia y convencido que era necesario honrar a cada paso la proclamación de la independencia del 28 de julio de 1821.

Jamás entró en los cálculos de San Martín atacar a viva fuerza la capital del Perú, lo guió un resorte puramente espiritual, sin dudas por la necesidad del ambiente o tal vez por la madurez de su genio, lo cual le permitió poner en jaque a los realistas en aquel país más con la inteligencia que con las armas.

De todas maneras, el propio San Martín era consciente del desgaste y los sinsabores que le acarrearía el poder, por ello, al ver que sus objetivos de pronta terminación de la guerra en el Perú se hacían cada vez más difíciles es que decidió reunirse con Bolívar para unir fuerzas y terminar cuanto antes con los enfrentamientos que tantos males acarreaban a los pueblos.

El Encuentro de Guayaquil de julio de 1822 con el Libertador de Norte no resultó como San Martín esperaba, por ello tomó la determinación de dejar el camino expedito al general Bolívar que para que fuera él quien en un corto plazo bajara hacia el sur con sus fuerzas para desalojar a los realistas del Perú.

De retorno a Lima, cumplió con su palabra: reunió al Congreso Constituyente, declinó su cargo de Protector y, -a pesar de múltiples ruegos-, esa misma noche se embarcó iniciando el que sería su largo ostracismo.

En síntesis, si bien han sido muchas las apreciaciones y sentencias certeras del general San Martín, escritas por él mismo o dictadas a sus secretarios, es interesante considerar como respetuoso cierre de estos párrafos la siguiente: “…Presencie la declaración de la Independencia de los Estados de Argentina, Chile y Perú, existe en mi poder el estandarte que trajo Pizarro para esclavizar el Imperio de los Incas y he dejado de ser hombre público. He aquí recompensados con usura diez años de revolución y de guerra.

Mis promesas para con los pueblos en que hecho la guerra están cumplidas: hacer su independencia y dejar a su voluntad la elección de sus gobiernos. La presencia de un militar afortunado, -por más desprendimientos que tenga-, es temible a los Estados que luego se constituyen. Por otra parte, ya estoy aburrido de oír decir que quiero hacerme soberano; sin embargo, siempre estaré pronto a hacer el último sacrificio por la libertad del país, pero en clase de simple particular y no más.

En cuanto a mi conducta pública, mis compatriotas, como en lo general de las cosas, dividirán sus opiniones: los hijos de éstos darán el verdadero fallo”. General José de San Martín, Lima, 20 de Septiembre de 1822.


Miguel Ángel Brusasca (mabrusasca@hotmail.com) es el Presidente de la Filial “Provincia de Santa Fe” del Instituto Sanmartiniano del Perú; y el Coordinador General de Filiales del Instituto Sanmartiniano del Perú en la República Argentina.