Vargas Llosa, el cronista de la revolución extraviada | por Marcelo Ramal

Opinión

Los periódicos conservadores de todo el mundo han lamentado como una pérdida propia la muerte de Mario Vargas Llosa, uno de los escritores latinoamericanos más sobresalientes del último medio siglo. No les falta razón, porque Vargas Llosa también fue, al menos en las últimas tres décadas, una referencia de la derecha liberal del continente. Los que lo recuerdan de este modo dejan de lado, sin embargo, un hilo conductor que atraviesa a su obra: de un lado, aparece la insubordinación de los oprimidos del continente; del otro, la prepotencia del Estado y de los opresores. Pero en la prosa de Vargas Llosa, la victoria de éstos últimos se convierte en una realidad inexorable. El gran escritor peruano ha sido el cronista de las rebeliones fracasadas, a las cuales, sin embargo, ha vuelto una y otra vez.

Ya en la “Ciudad y los Perros”, su primera novela consagratoria, la brutal coacción del Estado toma forma en el despotismo de los oficiales del colegio militar contra sus jóvenes cadetes, entre los que el propio Vargas Llosa se encontraba. “Conversación en la Catedral”, su novela posterior, recrea a la insurgencia estudiantil contra la dictadura militar de Odría, en los años 50. El libro traza un retrato implacable sobre los círculos del poder económico y político, sin dejar de lado a la corrupción y la descomposición personal -que el protagonista descubre con espanto en la figura de su padre. En el círculo del activismo comunista, Vargas Llosa guarda un lugar para el personaje que representa al frío burócrata estalinista, que con su “fina corbata morada” mueve los hilos que van desde los conciliábulos clandestinos a la traición política. En “Conversación..”, aparecen los trazos de la desilusión política del autor para con el comunismo oficial, que signaría a toda una generación de intelectuales del continente. En el caso de Vargas Llosa, esa decepción lo volcó sin reservas a la derecha, y no solamente en el plano literario.

La obsesión de Vargas Llosa por las rebeliones continentales tuvo su punto más alto en “La Guerra del fin del Mundo”. Esta monumental obra relata la rebelión de Canudos, donde el campesinado liderado por Antonio Conselheiro enfrentó a un ejército de 10.000 hombres que defendía a los terratenientes del nordeste brasileño, a fines del siglo XIX. Para escribir esta novela, Vargas Llosa realizó una rigurosa investigación histórica. Entre los personajes que el peruano indaga y caracteriza magistralmente, se destaca el anarquista escocés Galileo Gall. Este libertario frecuentaba los círculos intelectuales progresistas de Bahía, que juzgaban de brutal y atrasada a la rebelión campesina de Canudos. Pero Galileo abandona a estos “socialistas de salón” con una determinación revolucionaria: entre los oprimidos y los opresores, señala Gall en la novela, estoy del lado de los oprimidos. Y con esa convicción se une al ejército de desarrapados que lidera Conselheiro.

Algunos años después, Vargas Llosa retoma su obsesión, y relata la “Historia de Mayta”, es decir, la vida del trotskysta Antonio Mayta. La novela, incluso atravesada por la decepción política de Vargas Llosa, refleja la determinación revolucionaria de toda una camada de militantes, donde también aparece Hugo Blanco -quien se erigió en un líder del campesinado peruano en los años 80. En las entrevistas que el propio Vargas Llosa realiza para componer su historia, emergen los otros personajes -los que abandonaron la militancia y se dedicaron al carrerismo de la academia o la burocracia estatal. El relato de la opresión política tendría otro capítulo extraordinario en “La Fiesta del Chivo”, que hurga en el régimen policiaco del dictador dominicano Trujillo y las circunstancias de su asesinato.

En el plano político, Vargas Llosa llegará a encabezar una candidatura presidencial por el “Frente Democrático”, perdiendo la elección en segunda vuelta con el fascista Fujimori. En el continente, la declaración de guerra a la clase obrera siguió de largo del liberalismo derechista de Vargas Llosa, y se encarnó principalmente en las dictaduras militares o los gobiernos de poder personal. La prédica derechista de Vargas Llosa, desde entonces, se confinó a las columnas de opinión de la “gran” prensa del mundo.

El derrotero novelístico de Vargas Llosa es, en su conjunto, un gran panegírico contra la revolución social. Pero por eso mismo, es un reconocimiento de esa revolución como tendencia histórica inexorable, aún para los que tienen que lidiar con ella. Como dijo otro creador, “La mato y aparece otra mayor”. Vargas Llosa fue un cronista de la insurgencia continental, incluso a su pesar.


Marcelo Ramal es economista, profesor universitario y ex legislador de la Ciudad de Buenos Aires por el Frente de Izquierda (FIT). Miembro de Política Obrera.

Artículo publicado en Sin Permiso.