Martín Miguel de Güemes, Prócer de la Independencia Americana | por Miguel Ángel Brusaca

Opinión

MARTÍN MIGUEL DE GÜEMES Y GOYECHEA: Nació en la ciudad de Salta el 8 de febrero de 1785, era hijo del hidalgo español don Gabriel de Güemes Montero, ministro tesorero principal de la Real Hacienda en la Intendencia de Salta del Tucumán y de doña María Magdalena Goyechea y La Corte.

  Los tiempos de su niñez y juventud se repartieron entre su ciudad natal cursando sus primeros estudios y las estancias de su madre “El Bordo” y “El Paraíso”, situadas a 50 kilómetros de Salta, donde aprendió todas las prácticas campesinas.

  En febrero de 1799, con sólo 14 años de edad, se incorporó como cadete de una compañía de Infantería organizada en Buenos Aires y destacada en Salta; actividad que alternó ayudando a su padre en la Tesorería de la Real Hacienda.

  A fines de 1805 fue trasladado a Buenos Aires, donde tomó parte un año más tarde en la resistencia a los invasores ingleses. En tales circunstancias, el gobierno considerando que se había destacado “por ser sujeto de honor, de responsable actividad y de irreprensible conducta”, le encomendó en abril de 1807 que al frente de una partida de milicianos reprimiera el contrabando que se había incrementado entre Buenos Aires y Montevideo, desde la ocupación de esta última ciudad por los ingleses.

  En enero de 1809, estando nuevamente en Salta, Güemes fue ascendido a subteniente por su buena actuación en la defensa de Buenos Aires en 1807.-

  En 1810 fue ascendido a capitán por su sobresaliente desempeño militar en la Quebrada de Humahuaca, evitando la comunicación de los realistas entre el Alto Perú y Córdoba. El 7 de noviembre de ese año, tuvo una participación decisiva en el triunfo de la batalla de Suipacha.

  En 1811 auxilió a Juan Martín de Pueyrredón a trasladar los caudales de la casa de moneda de Potosí, para que no cayeran en poder de los realistas triunfantes en la Batalla de Huaqui. Meses después, ya en 1812, Belgrano lo envió a Santiago del Estero y luego a Buenos Aires, por lo cual no tomó parte de las victorias de Salta y Tucumán, ni tampoco de las aciagas jornadas de Vilcapugio y Ayohuma.

  En 1814, Güemes llegó a Tucumán acompañando a San Martín, quien de inmediato le encomendó el mando de la avanzada militar del Rio Pasaje, teniendo a su cargo las milicias salteñas campesinas, con las que desarrolló una efectiva guerra de guerrillas o guerra gaucha, que hacía impenetrable para los realistas el norte argentino. Después de sus primeros triunfos en tal destino, fue ascendido a teniente coronel del ejército a propuesta de San Martín.

  El 14 de abril de 1815, ya con el grado de coronel, derrotó con sus milicias a una avanzada del general  Pezuela en la Quebrada de Humahuaca. El 6 de mayo de 1815 fue elegido por el Cabildo de Salta gobernador de dicha provincia.

  El 10 de julio de 1815, contrajo matrimonio con su comprovinciana doña Carmen Puch, con la que tuvo tres hijos: Martín, José Luis e Ignacio. En junio del año siguiente, el Director Supremo Juan Martín de Pueyrredón encomendó a Güemes la defensa de las provincias del norte y la seguridad del Ejército Auxiliar del Alto Perú, que había sido enviado a Tucumán para su reorganización, constituyéndose desde entonces en un ejército en operaciones. Misión que cumplió con celo hasta que fue reemplazado por Manuel Belgrano, quien fue designado Jefe del Ejército Auxiliar estacionado en Tucumán, quedando Güemes y sus milicias en la vanguardia que resguardaba la frontera norte..

  Pocos meses después, el 22 de marzo de 1816. Güemes firmó con el Jefe del Ejército Auxiliar del Alto Perú general José Rondeau, el Pacto de los Cerrillos. Y lo hizo luego de haberse retirado de Salta con su ejército ante una indebida invasión por parte de Rondeau quien había sido derrotado en Sipe Sipe. El Pacto firmado fue una consecuencia del sitio que estableció Güemes con sus gauchos a la ciudad de Salta y al ejército de Rondeau.

  En 1817 el mariscal español José de la Serna pretendió invadir con 5.500 hombres el territorio salteño, siendo rechazado por Güemes; igual sucedió con el Jefe de la vanguardia española general Pedro Antonio de Olañeta a fines de ese mismo año.

  En 1819 las huestes del jefe salteño contuvieron en Jujuy al general José Canterac; y en junio de 1820 vencieron a los 6.500 hombres que comandó el general Juan Ramírez de Orozco, dejando finalmente sin expectativas a los realistas que intentaron una y otra vez llegar a Buenos Aires para restablecer el Virreinato del Río de la Plata.

  Lamentablemente, el Gobierno central no proporcionó el dinero ni apoyo suficiente para mantener la caballería gaucha, por lo que Güemes se vio precisado a imponer tributos de guerra obligatorios a los norteños, causando el disgusto de los aportantes. Así mismo, prohibió el comercio con el Alto Perú para impedir que se beneficiaran los españoles, ganando con ello muchos enemigos entre comerciantes y hacendados.

  El 8 de junio de 1820, San Martín lo designó General en jefe del Ejército de Observación, encomendándole la misión de auxiliarlo en la liberación del Perú. Las provincias argentinas lo reconocieron en dicha jefatura, pero no le enviaron la ayuda económica, caballos, alimentos y pertrechos de guerra que les solicitó. Ante un contexto tan adverso, delegó el cargo de gobernador el 27 de enero de 1821 para dedicarse a tiempo completo a organizar la expedición con la que pretendía libertar el Alto Perú y auxiliar desde el sur a San Martín, quien ya estaba con sus fuerzas operando en el Perú.

  Desde febrero hasta junio de ese año, estuvo rodeado de enemigos. Por ejemplo, el gobernador de Tucumán impidió que Santiago del Estero lo ayudase, negándose además a remitirle las armas y municiones que dejó el Ejército Auxiliar.

   La situación se agravó para Güemes cuando el Cabildo de Salta lo depuso acusándolo de tirano; todo lo cual fue aprovechado por el general realista Olañeta, quien de inmediato apoyó a los enemigos del prócer.

  A pesar de ello, Güemes recuperó el poder del 31 de mayo al 7 de junio, en que los traidores guiaron a los españoles, que lograron sitiar Salta y herir mortalmente al héroe, que logró refugiarse en la Cañada de la Horqueta donde encontró la protección de sus gauchos, que con gran pesar lo vieron morir el 17 de junio de 1821, no sin antes rogarles que expulsaran al enemigo de Salta.

  Sus hombres, -pocas semanas después de su muerte-, al mando del coronel Jorge Enrique Vidt, cumplieron fielmente la orden póstuma de su amado jefe, logrando con gran arrojo y decisión desalojar a los realistas de Salta. Para los españoles, aquella fue la última de sus invasiones al norte argentino.

  Sus venerados restos, descansan en el “Panteón de las Glorias del Norte de la República”, en la Basílica Catedral de la ciudad que lo vio nacer. Y descansan en paz, porque Güemes cumplió la promesa que le hizo al General realista Pedro Antonio de Olañeta en setiembre de 1816 cuando le escribió diciéndole: “He jurado sostener la independencia de América y sellarla con mi sangre”.

  Martín Miguel de Güemes fue el supremo defensor de la Libertad y la Independencia de las provincias argentinas desde mediados de 1816 hasta su muerte, constituyendo con su ejército gaucho una muralla inexpugnable, contra la que se estrellaron sucesivamente los intentos del ejército español, comandado por sus mejores generales en cada ocasión.

  En definitiva, Güemes y sus gauchos mantuvieron ocupado al ejército realista del Alto Perú, impidiendo que acudieran en apoyo del virrey en Lima, facilitando así el accionar del Ejército Unido Libertador del Perú que comandó el General José de San Martín.

  Vale también citar que las milicias gauchas estuvieron integradas por salteños y jujeños, unidos sólidamente por el General Güemes, llegando a sumar 6.600 hombres, de los cuales el ochenta y cinco por ciento eran gauchos propiamente dichos.

  También, a manera de homenaje, es muy justo recordar esos diez terribles días de agonía del prócer entre sus gauchos. Aquellas dolorosas jornadas dieron lugar a muchas leyendas y al recuerdo permanente de su gente que aún lo sigue como su espíritu tutelar.

   Sin dudas; Güemes sigue cabalgando; por ello cada americano, cada centauro amante de la libertad, siente que tan insigne general de la Patria los sigue guiando en el duro, pero gratificante, camino del honor y la gloria.


Miguel Ángel Brusasca es Coordinador Nacional de Filiales del Instituto Sanmartiniano del Perú en la Argentina y Presidente de la Filial “Provincia de Santa Fe” del Instituto Sanmartiniano del Perú. // mabrusasca@hotmail.com