Cancha chica del fútbol, cancha grande de la realidad.
Las reglas del juego más popular del planeta sintetizan el capitalismo.
Solamente el 4 por ciento de los pibes que crecen en las inferiores de los clubes llega a concretar su sueño de vestirse la camiseta de primera.
Una minoría solamente puede ser feliz.
Mientras tanto, afuera de los límites de la cancha, del otro lado de las fosas y los alambrados, las muchedumbres que deben aceptar como eternas las reglas de juego.
Mientras en la cancha grande la muerte le toca mayoritariamente a las personas que habitan en los países empobrecidos por acción de las grandes potencias, esas diez principales naciones tienen el 95 por ciento de las vacunas contra el Covid 19.
Los débiles se mueren.
La muerte es un insumo para el capitalismo.
No alcanza con los buenos sermones.
La muerte es un insumo para el capitalismo.
Por eso no es coincidencia que en la cancha chica del fútbol europeo hayan decidido proponer una superliga para los grandes, para los poderosos.
Es la propuesta de doce grandes clubes, los más millonarios, financiados nada menos que por la JP Morgan, de Estados Unidos.
Casi la internacional de los delincuentes de guante blanco y la pelota manchada.
Pero hay una idea clara que supera la cancha chica: los que menos tienen, se quedan afuera.
Es fútbol pero mucho más.
Es la manera que funciona el sistema. Los más débiles no cuentan para el negocio. Ni del fútbol ni de las vacunas. El humanismo pierde por goleada.
Pero más allá de esta aceitada y obscena máquina del desprecio, siempre florecen voces y actitudes que desobedecen.
–Los poderosos lo son por lo que producen, pero el resto son indispensables. Lo que le da salud al fútbol es la posibilidad del desarrollo de los débiles, no el exceso de crecimiento de los fuertes. Los ricos quieren serlo más a costa de que los pobres sean más pobres – dijo Marcelo Bielsa, por ejemplo.
Para Ander Herrera, mediocampista del París Saint Germain, nada menos, el fútbol es otra cosa o debería serlo: “Me enamoré del fútbol popular, del fútbol de los aficionados, del sueño de ver al equipo de mi corazón competir contra los más grandes. Si esta Superliga avanza, se acabaron esos sueños. Amo el fútbol y no puedo quedarme callado ante esto, creo que una Champions League mejorada, pero no en que los ricos roben lo que el pueblo creó”, dijo con profundidad, belleza y simpleza.
Que los “ricos no roben lo que el pueblo creó”, dijo este muchacho. Maravillosa síntesis de la cancha chica del fútbol y también de la cancha grande de la realidad, de la historia.
Ángel Cappa, mientras tanto, escribió que “este juego auténticamente popular, que pertenece a los hinchas y les da un sentido de pertenencia ligado profundamente a sus sentimientos, les fue arrebatado poco a poco por las élites dominantes: millonarios en los puestos directivos de los clubes, empresas multinacionales de artículos deportivos y medios de comunicación, especialmente la televisión, terminaron imponiendo su lógica. ¿En qué consiste?. En dar prioridad al dinero por sobre todo lo demás. En ignorar a los socios e hinchas y ningunear a los protagonistas: los jugadores”, escribió.
Cancha chica del fútbol, cancha grande de la realidad.
No importa el dueño de la pelota si no la voluntad de las mayorías para cambiar definitivamente las reglas de juego.
Estamos sobre la hora…
Carlos del Frade es periodista, diputado provincial de Santa Fe.
Artículo originalmente publicado por la agencia de noticias Pelota de Trapo.