El liderazgo de San Martín en el Cruce de los Andes | por Miguel Ángel Brusasca

Opinión

En el marco de los capítulos sorprendentes relacionados a la Vida y Obra del General San Martín, sin dudas aquel que se refiere al épico cruce de los Andes cobra gran importancia. Esta gesta militar, modelo de organización y liderazgo, viene mereciendo desde siempre la mayor atención por parte de historiadores y estudiosos de los temas militares. No en vano, en algunos países, sus academias de formación de hombres de armas, incluyen dentro de sus planes de estudio a aquella empresa realizada por San Martín al frente de su ejército en enero de 1817.-

Dada la calidad del tema que nos ocupa, cada mes de enero se constituye en una ineludible referencia temporal para volver una vez más con emoción e interés al análisis y recuerdo de una hazaña, que no sólo se destaca por el  esfuerzo físico y mental de los soldados al momento mismo de cruzar la Cordillera de los Andes, sino porque toda aquella operación fue un modelo ejemplar de planificación que aún sigue sorprendiendo por su meticulosidad y exactitud.

El propio jefe patriota era consciente del enorme desafío que tenía por delante, de allí sus palabras a Guido: “Lo que no me deja dormir, es no la oposición que pueda hacerme el enemigo, sino el atravesar esos inmensos montes”.

Además, el ambicioso plan de San Martín de formar un ejército ágil al pie de la cordillera, cruzar a Chile, batir allí al enemigo, contribuir a la formación de un gobierno amigo y preparar una expedición marítima al Perú, es también un objetivo altamente ponderable surgido de su genio militar y de su estratégica mirada política, considerando por supuesto el contexto histórico y social en el cual se desarrollaron aquellos hechos.

De hecho, sería larga la lista de detalles a enumerar que hacen al armado de la estrategia global del Cruce de los Andes que pergeñó y que puso en práctica el Libertador apenas arribó a Mendoza para desempeñarse como Gobernador de Cuyo.

Por ello, quienes apreciamos su obra no podemos dejar de reconocer que su celo en la preparación de los soldados, la guerra de zapa, la lucha por conseguir recursos e insumos y su sentido de la justicia, hacen de San Martín el arquetipo del líder íntegro y justo, circunstancia muy poco frecuente en el historial de los liderazgos mundiales.

Su concepción militar acerca de cómo debía desarrollarse la fase previa al cruce andino, determinaron en su momento la formación de un cuerpo de oficiales altamente comprometidos con la causa libertaria. Ello le permitió contar con la mejor información, la más elevada disciplina y sobre todo con la decisión acabada de llevar adelante tamaña empresa funcionando como un complejo pero ajustadísimo mecanismo de relojería.

La disposición de atravesar tan elevados montes por seis pasos diferentes y de manera simultánea a los fines de dispersar al enemigo acantonado en la región central de Chile, también forma parte de una estrategia, que tal como referíamos, sigue sorprendiendo en la actualidad a los más avezados analistas de cuestiones vinculadas a los movimientos y evoluciones de los ejércitos.

Aquel esfuerzo realizado en las semanas iniciales de 1817 culminó exitoso, premiando con justicia la estoica determinación de San Martín, quien a lo largo de todo el proceso previo había hecho gala de su energía a pesar de los duros momentos que tuvo que atravesar por cuestiones de salud.

Por eso, el 22 de febrero de 1817, con su habitual laconismo, satisfecho por lo realizado y en la calma propia del guerrero luego de la acción, expresó: “En veinticuatro días hemos hecho la campaña, pasamos las cordilleras más elevadas del globo, concluimos con los tiranos y dimos la libertad a Chile”.

Quedaban atrás San Lorenzo y la gloria del Bautismo de Fuego de sus granaderos, su periplo al noroeste para encontrarse en Belgrano, su estada en Jujuy, Salta y Tucumán, sus días de enfermo en Saldán, su llegada a Mendoza, la proeza del Cruce de los Andes y las victorias de Chacabuco y Maipú.

Ahora quedaban por delante el armado de la flota de mar que lo llevaría al Perú, su arribo a tierras incaicas, su estrategia en aquellas latitudes, la proclamación de la independencia del Perú, el Protectorado, la reunión con Bolívar y después el largo camino del ostracismo.

Y al igual que otras grandes figuras de nuestra historia, su destino fue cerrar sus ojos para siempre muy lejos del suelo americano que transitó durante una década y al cual le dejó como legado la libertad y el derecho soberano de sus pueblos para elegir la forma de gobierno más conveniente a sus intereses.

Hoy, a doscientos cuatro años del Cruce de los Andes, más que nunca cobra vigencia aquella sentencia del general José Francisco de San Martín que dice: “Para defender la causa de la Independencia no se necesita otra cosa que orgullo nacional; pero para defender la libertad y sus derechos se necesitan ciudadanos. No de café, sino de instrucción, de elevación de alma, capaces de sentir el intrínseco valor de los bienes que proporciona el gobierno republicano”.

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Miguel Ángel Brusasca (mabrusasca@hotmail.com) es Coordinador General de Filiales del Instituto Sanmartiniano del Perú en la Argentina y Presidente de la Filial “Provincia de Santa Fe” del Instituto Sanmartiniano del Perú.