Hace muchos años, la economista Joan Robinson señaló que tan pronto alguien cuestiona la idea de equilibrio, los economistas acuden presurosos a defender el concepto, como enjambre de abejas dispuestas a reparar el daño sufrido por su panal. Ese comportamiento propio de un insecto social es algo extraño y abre la puerta a una pregunta importante.
¿Quién toma la palabra cuando habla la teoría económica? Es una pregunta que puede parecer algo extraña. Alguien podría apresurarse a responder en primera aproximación que son los economistas los que toman la palabra. Pero esa respuesta superficial no es a lo que se refiere la pregunta. La interrogante es más rica e implica que mediante este discurso, que ya tiene unos 250 años de edad, está hablando un sujeto histórico. ¿Quién podría ser ese sujeto?
La pregunta necesariamente conduce a una visión histórica. Ese discurso tan peculiar que es la teoría económica no siempre existió como rama independiente de las ahora llamadas ciencias sociales. Es a partir de cierto momento en la historia que nace esta visión del mundo en la que la esfera de lo económico se percibe como objeto de estudio autónomo. Eso significa que estas relaciones sociales económicas pueden ser analizadas independientemente de consideraciones sobre lo jurídico, la política y la ética.
Es aquí donde encontramos el primer gran rompimiento en la historia del pensamiento social. Resulta que la teoría económica es el primer gran cuerpo del pensamiento sobre la sociedad que se independiza de la ética y echa por la borda el tema de la justicia. Ni el discurso sobre la política, ni el jurídico, habían dado ese gran salto. De verdad que es extraño este discurso de la teoría económica.
Sin embargo, estas consideraciones preliminares todavía no permiten contestar nuestra pregunta inicial. Para avanzar en la reflexión sobre esa interrogante hay que examinar la evolución de la teoría económica. Si nos remontamos a lo que se considera el texto fundador de este corpusanalítico, el Ensayo sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones, de Adam Smith (1776), encontramos dos vertientes distintas para el análisis económico. Por un lado, en los primeros capítulos de ese libro se nos ofrece una teoría de precios: es la teoría de la gravitación de los precios de mercado alrededor del eje de los precios naturales. Por otro, en su debate sobre sistemas económicos Smith nos presenta su metáfora de la mano invisible.
En Smith la teoría de la gravitación de los precios de mercado alrededor de los precios naturales es una teoría vinculada con la distribución del ingreso. Y en ese vínculo asoma su cabeza el espectro de la contraposición de intereses entre las distintas clases sociales. Smith reconoce de manera explícita esta oposición de intereses. En cambio, en su metáfora de la mano invisible nos describe un mundo de armonía social en el que los planes de los agentes egoístas son hechos compatibles al alcanzarse en el libre mercado un punto de equilibrio. Es esta segunda vertiente la que terminó por dominar la evolución de la teoría económica.
Desde 1830 el proyecto analítico de la teoría económica se enfocó en demostrar que el mercado era capaz de encontrar un punto de equilibrio si se le dejaba en libertad y se eliminaban los obstáculos a su desarrollo. Hacia 1870 el advenimiento de la teoría marginalista consolidaría ese proyecto con la ayuda de modelos matemáticos. La culminación se daría con la teoría de equilibrio general originalmente propuesta por Walras y continuada posteriormente por Hicks, Samuelson, Arrow y Debreu.
En lugar de preguntar ¿cómo funciona el mercado y qué consecuencias tiene?, la teoría económica se fue trazando la misión de demostrar que el mercado es socialmente benéfico. Para avanzar en este sesgo apologético del mercado buscó demostrar que las fuerzas del mercado son capaces de conducir a la sociedad a una asignación de equilibrio. Hoy sabemos que en esa tarea la teoría económica fracasó. Ese punto de vulnerabilidad es lo que provoca que, como bien observó Joan Robinson, los economistas acudan como enjambre de abejas a reparar el panal cada vez que el concepto de equilibrio es objeto de crítica.
Cabe señalar que existen varias corrientes que se consideran heterodoxas por no ajustarse a los cánones de la teoría dominante. La teoría poskeynesiana y el análisis de inspiración sraffiana son buenos ejemplos de lo anterior y no hacen la apología del capital. Al análisis de inspiración marxista la teoría dominante lo ha satanizado, porque es Marx el primero en haber hecho la crítica del capital y su discurso.
El sesgo apologético de la teoría económica respecto de la sociedad capitalista de mercado es lo que hoy permite contestar la pregunta inicial. Es el capital el que toma la palabra cuando habla la teoría económica. Marx es el primero en responder correctamente a la pregunta que planteamos al principio: la teoría económica es el discurso del capital.
Alejandro Nadal. Economista. Miembro del Consejo Editorial de Sin Permiso (www.sinpermiso.info).