La sombra de la violencia golpea de madrugada

Villa Constitución

Martes 4 AM. Corridas, gritos, golpes. Jóvenes contra jóvenes. Y una sensación amarga que se repite: la violencia volvió a ganar espacio en la noche villense.

por Alejandro Iuliani

El fin de semana pasado concluyeron las Jornadas de la Juventud, un evento que convoca cada año a cientos de estudiantes de quinto año de las escuelas secundarias de Villa Constitución y la región. Fue, como destacan los organizadores, una edición multitudinaria, festiva y sin incidentes graves. Sin embargo, en la noche del lunes, ya fuera del marco oficial de las jornadas y con el inicio de clases a la vuelta de la esquina, la violencia volvió a hacerse presente.

A la salida de una peña organizada en un boliche céntrico de la ciudad, alrededor de las cuatro de la madrugada, un grupo de jóvenes fue atacado por otro en plena vía pública, en un episodio que incluyó golpes de puño, patadas, corridas y escenas de pánico que se prolongaron durante más de media hora. Varios chicos resultaron heridos. Hasta ahora, sin denuncias formales.

Aunque el hecho no derivó en consecuencias irreparables, su impacto simbólico y social es profundo. Porque vuelve a poner sobre la mesa una problemática que no cesa: la violencia juvenil grupal a la salida de espacios nocturnos. Esa escena repetida en distintos puntos del país —y también en Villa Constitución— en la que adolescentes se enfrentan entre sí como si se tratara de una competencia. Una batalla sin sentido, pero con consecuencias reales.

La mirada de las autoridades

Tanto la directora de Deporte y Juventud, Verónica Marín, como el director de Prevención y Seguridad Ciudadana, Paulo Baldini, fueron claros: los hechos ocurrieron fuera del programa oficial de las Jornadas de la Juventud, que habían culminado el sábado anterior. Sin embargo, ambos reconocieron el impacto negativo que este episodio tiene sobre el espíritu del evento.

“Lo que pasó el lunes por la noche fue por fuera del marco de Jornadas. Lo que me desconcierta es que durante las actividades, con más de 800 chicos participando, no hubo violencia. Se generó un microclima en redes sociales que escaló y se trasladó a la calle”, explicó Marín, visiblemente preocupada. “No son chicos violentos. Pero hay que trabajar para que esto no opaque lo que construimos con tanto esfuerzo”, añadió.

Baldini, por su parte, confirmó que se está realizando una investigación interna sobre las condiciones en las que el boliche realizó la fiesta. “El local tenía habilitación hasta las 2 de la madrugada. Lo ocurrido fue después de ese horario. Hay que revisar responsabilidades y girar actuaciones al Juzgado de Faltas. Pero también necesitamos que se hagan las denuncias penales correspondientes para que la justicia pueda intervenir”, remarcó.

El funcionario subrayó un punto clave: sin denuncia no hay acción penal, y sin acción penal, estos episodios tienden a quedar impunes o, peor aún, a repetirse. “No naturalicemos la violencia. Si un chico llega golpeado a la casa, que no reine el silencio. Que no se escude en el miedo al bullying o al ‘qué dirán’. Necesitamos adultos presentes que acompañen y actúen”, enfatizó.

Las redes sociales como disparador y multiplicador

Según los testimonios recabados por los funcionarios municipales en una reunión convocada por el intendente Jorge Berti, la rivalidad entre los grupos ya venía gestándose a través de publicaciones en redes sociales. Burlas, provocaciones y exposición de compañeros habrían generado un clima de tensión que luego estalló en las calles.

“No es la promo. No son los chicos. Es algo que se generó fuera del espíritu de jornadas, y que debemos contener. La violencia no puede ser la forma de resolver una competencia o una diferencia”, insistió Marín. “Hay que dejar de exponer a los compañeros en redes, hablar cara a cara, descomprimir”, sostuvo la funcionaria.

Lo dicho revela una de las dimensiones más complejas del fenómeno: el rol de las redes como plataforma donde los conflictos se incuban, se amplifican y, a veces, se desbordan. En un ecosistema donde todo se graba y se sube, donde la validación pasa por los “likes” y la pertenencia se disputa públicamente, la violencia gana terreno como forma de reconocimiento o defensa ante la humillación.

Violencia en grupo: qué dice la ley, qué dice la sociedad

Desde el punto de vista jurídico, los hechos como el ocurrido en Villa Constitución podrían encuadrarse en el delito de “lesiones en riña”, previsto en el artículo 95 del Código Penal argentino. Esta figura reconoce que, en los contextos de agresión grupal, muchas veces no puede individualizarse al autor de cada golpe, pero se sanciona igualmente a los participantes.

La presencia de esta figura legal es un indicador de que la violencia colectiva no es un fenómeno nuevo, pero sí uno que la sociedad sigue sin poder abordar con eficacia. A nivel penal, requiere denuncias, pruebas, intervención judicial. A nivel social, exige una transformación más profunda: romper con la cultura de la violencia como forma de expresión y generar espacios donde los vínculos se fortalezcan desde la empatía y no desde el conflicto.

Una comunidad interpelada

El episodio de la madrugada del martes en la avenida San Martín —aunque breve, aunque sin víctimas fatales— debe ser leído como una señal de alerta. Porque no es un hecho aislado, sino un síntoma de un problema mayor. Porque no afecta solo a quienes pelearon, sino al conjunto de la comunidad educativa, institucional y familiar.

Baldini fue enfático: “Todos tenemos algo de responsabilidad. Empecemos por casa. Si llega un chico golpeado, preguntemos qué pasó, acerquémonos a las autoridades, denunciemos. No esperemos que pase una tragedia”.

La reunión entre los funcionarios, los jóvenes y algunos padres fue un gesto importante. Pero no alcanza. Hace falta una conversación más amplia, más profunda. Hace falta una red que contenga y oriente, antes que la violencia vuelva a ganar las calles.

Villa Constitución, como muchas otras ciudades, tiene una oportunidad: no mirar para otro lado. Porque esta vez no pasó a mayores. Pero podría haber pasado. Porque la vida de un pibe no puede depender de la suerte. Ni del silencio.

Alejandro Iuliani es periodista, editor de El Tigre de Papel y director de Radio X.