“La inflación en la cabeza de la gente”: idealismo vs materialismo | por Rolando Astarita

Opinión

El 24 de enero pasado, en un reportaje concedido a Band Jornalismo (de Brasil) el presidente Alberto Fernández explicó que “la inflación argentina está en la cabeza de la gente”. Luego de admitir que “es necesario erradicar la lógica inflacionaria”, advirtió que, sin embargo, “no es fácil de hacer porque gran parte de la inflación argentina es una inflación que los economistas llaman autoconstruida, que es la inflación que está en la cabeza de la gente. La gente ve en un diario que va a subir el combustible y entonces empieza a aumentar por las dudas”. Y para reforzar, la vocera presidencial, Gabriela Cerruti, acaba de insistir: “Los medios y el dólar blue generan la sensación de que va a haber más inflación y eso hace que los formadores de precios se anticipen remarcando”.

En definitiva, según el presidente y su vocera, los precios aumentan porque la gente es convencida por los medios, o por la suba del precio del dólar, o el anuncio de la suba de los precios de los combustibles, de que los precios van a aumentar. Pero… ¿por qué rayos no aumentarían los precios del dólar, o de los combustibles, si el resto de los precios también está aumentando? y viceversa, ¿por qué no aumentarían los precios del resto de los bienes y servicios si están aumentando el dólar y los combustibles? Además, si los precios del dólar y de los bienes y servicios están aumentando, ¿por qué la gente pensaría que no seguirán aumentando en la medida en que continúan las políticas económicas que llevaron al actual nivel de inflación? Por otra parte, si el problema son los medios de comunicación, ¿generan de la nada “la sensación o creencia” de que los precios están subiendo? Además, ¿por qué, en ese caso, los medios oficialistas no pueden generar la “sensación” opuesta, la de la estabilización?

Las preguntas son, por supuesto, retóricas, pero desnudan el fondo del asunto: que existe una base objetiva para la formación de sensaciones y creencias, o expectativas, y es que los precios están aumentando en Argentina a un ritmo del 100% anual. No es una ilusión o creencia sin base empírica. Por eso, cuando la población se entera de que los precios del dólar, los combustibles, los servicios, etcétera, están subiendo, saca la conclusión, correcta y lógica, de que seguirán subiendo. Es conocimiento verdadero, que tiene, por otra parte, largas raíces: desde fines de los 1960 al presente el billete argentino perdió 13 ceros (y hoy se le podrían quitar tranquilamente otros dos o tres ceros). No hay manera de explicar semejante récord diciendo que se debió a algún relato hábil y perverso (de los grupos económicos, de los especuladores, del FMI, etcétera). Las relaciones sociales de producción, las clases sociales, las fuerzas productivas, son hechos objetivos. Una cuestión que hemos discutido en otras entradas dedicadas a la inflación, en polémica con los que niegan el carácter objetivo de la ley del valor y la formación de precios. Sostener que la inflación es el producto de millones de mentes confundidas, o que no se enteran de qué va el asunto, equivale a decir que, en última instancia, la realidad social es pura construcción lingüística o discursiva. Es la fuente de todo tipo de voluntarismo y subjetivismo oscurantista. Dejemos sentado, al pasar, que estúpidas canalladas como falsificar los datos de la inflación por parte del INDEC (bajo conducción de Guillermo Moreno y Kicillof ministro de Economía); o negarse a imprimir billetes de mayor denominación para frenar la inflación, se inscriben dentro de la misma lógica que estamos criticando. Algo así como “si tapamos la mugre con discursos, o cifras, da lo mismo, la realidad se acomodará a lo que queremos”.

Para no hacerla más larga, terminamos con este delicioso pasaje de la Ideología alemana, de Marx y Engels: “Un hombre listo dio una vez en pensar que los hombres se hundían en el agua y se ahogaban simplemente porque se dejaban llevar de la idea de la gravedad. Tan pronto como se quitasen esta idea de la cabeza, considerándola por ejemplo como una idea nacida de la superstición, como una idea religiosa, quedarían sustraídos al peligro de ahogarse. Ese hombre se pasó la vida luchando contra la ilusión de la gravedad, de cuyas nocivas consecuencias le aportaban nuevas y abundantes pruebas todas las estadísticas”.


Rolando Astarita es Profesor de economía en la Universidad de Buenos Aires.