Se cumplen 17 años de la noche que marcó a toda una generación. Cromañón fue un antes y un después en la vida de miles de jóvenes y no tan jóvenes. Esa calurosa noche de diciembre del 2004, la corrupción y la desidia se apoderaron de la vida de 194 personas y dejó secuelas irreparables en otros miles de pibes y pibas que fuimos a divertirnos y festejar fin de año a un boliche (mal) habilitado por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Meses antes, República Cromañón, era promocionado sin pudor en medios gráficos y audiovisuales como uno de los 10 mejores lugares para tocar de la Ciudad, un “Microestadio” para 6.000 personas, en el que Omar Chabán, dueño de otros icónicos locales en la escena Under de los 80/90´s, podría darle lugar a bandas a las que ya les quedaba chico Cemento. Es tan cierto que Chabán fue uno de los máximos referentes de la Cultura Under de nuestro país, como que fue uno de los máximos responsables de la Masacre. Una cosa no quita la otra. Cromañón tenía irregularidades, que a simple vista de un ciudadano común, no eran detectables. Pero para un Inspector del GCBA sí. Para quién disponía no resolverlas (Chabán) también. Si a eso le sumamos funcionarios que reciben coimas para habilitar un lugar, se produce un cóctel en el que difícilmente no ocurra una masacre.
Pero, ¿Cuáles eran esas irregularidades? Cromañón tenía la puerta de emergencia cerrada con candado. De estar abierta, no hubiera evitado la Masacre, pero hubiera evitado decenas de muertes. Cromañón tenía los matafuegos vencidos, las luces de emergencia no funcionaban, la ventilación estaba obstruida por canchitas de fútbol construidas en la terraza. Y algo fundamental: los paneles acústicos que debían estar ignifugados y pegados al techo estaban intencionalmente mal colocados. Chabán los suspendió sobre una media sombra para poder llevárselos en caso de irse a otro local. Es decir, por dinero. De estar pegados al techo, difícilmente se hubieran encendido y disparado ese veneno que mató a casi 200 personas y la Masacre no hubiera ocurrido. Todo esto fue posible por una razón: coimas y cohecho activo (Chabán) y pasivo (GCBA). Los funcionarios que las recibieron para habilitar ese lugar son los únicos que podrían haber evitado la Masacre. No se evitaba desde el micrófono, ya que hubiera ocurrido otro día. No se evitaba si el público no encendía pirotecnia, ya que hubiera ocurrido con un cortocircuito o un cigarrillo. Se evitaba SIN CORRUPCIÓN.
Esta columna busca reparar el daño de un proceso judicial viciado de intenciones políticas y económicas. Yo, Diego Cocuzza, Sobreviviente de Cromañón, no quiero que nadie más tenga que pasar lo mismo. Y para no repetir los mismos errores, tenemos que conocer realmente lo que pasó. El poder Judicial, condenó a músicos que fueron a trabajar y salvaron vidas entrando y saliendo del lugar, con penas que duplican las de los funcionarios coimeros. Cromañón no ocurrió porque Callejeros estaba tocando. Cromañón ocurrió por culpa de la corrupción. Los testigos de esa noche, los sobrevivientes, lo sabemos. No Nos Cuenten Cromañón.
Diego Cocuzza es sobreviviente de Cromañon y miembro de No nos cuenten Cromañon.