La vida de San Martín, según Felipe Pigna

Opinión

“El aspecto político de San Martín no es un adorno”, afirma el historiador en un artículo escrito por Daniel Giarone para la agencia Télam, que a continuación reproducimos.

Tenía acento andaluz y le gustaba tocar la guitarra. Algo que, según quienes lo conocieron, hacia muy bien. Las “cantes” eran sus interpretaciones favoritas. Después de todo, cuando San Martín desembarcó en Buenos Aires tenía 34 años y hacía casi 30 que había partido. Ahora estaba de vuelta para preparar la guerra contra los españoles. Pero no sólo para eso. Quería la libertad, la igualdad y la fraternidad por la que había visto luchar en Europa. Quería una Patria grande. Demasiado grande.

“San Martín tenía contactos muy precisos. Por un lado, los de la masonería y por otros lo de la política. Crea la Logia Lautaro, que promueve la declaración de la Independencia y una Constitución republicana; se afilia a la Sociedad Patriótica que encabezaba Bernardo de Monteagudo; adhiere a los ideales morenistas y participa en el derrocamiento del Primer Triunvirato, que es un hecho cívico-militar que termina con un gobierno muy impopular”, relata el historiador Felipe Pigna.

Cuando llega a Buenos Aires, el 9 de marzo de 1812, el Triunvirato le reconoce el grado de teniente coronel que tenía en el ejército español. También le encarga la creación de un regimiento para vigilar las costas del Paraná frente a la amenaza realista desde Montevideo. Creará así los “Granaderos a caballo”, que se instalarán en el Retiro, y vencerá por primera vez a los españoles en febrero de 1813 en el combate de San Lorenzo, donde el sargento Juan Bautista Cabral le salvó la vida.

Pero San Martín no era un alfil militar sino un actor político. Y actuará como tal. Gobernaba el Primer Triunvirato, integrado por Feliciano Chiclana, Manuel de Sarratea y Juan José Paso. Pero el poder lo tenía secretario de gobierno, Bernardino Rivadavia. “Era un gobierno muy centralista y retrógrado -sostiene Pigna-, que se preocupaba fundamentalmente de Buenos Aires, por administrar los bienes y recursos nacionales que esta se apropiaba, generados a través del Puerto y de la Aduana”.

Para el autor de “Libertadores de América”, se trataba de “un gobierno muy temeroso de Europa y fundamentalmente de Gran Bretaña. Rivadavia era un hombre absolutamente obediente a los ingleses y ellos no quería que avanzáramos hacia la independencia porque eso iba a molestar a España, que era una aliada en la lucha contra Napoleón”.

El Primer Triunvirato “hacía todo lo posible por retardar el avance militar y político hacia la independencia. En esa misma línea se va a inscribir después Alvear, del lado rivadaviano, y su propuesta de convertirnos en colonia inglesa. Por ejemplo, Rivadavia es el que sanciona a Belgrano por haber creado la bandera. Este tipo de cosas iba provocando el enojo de los patriotas, que terminarán derrocándolo”.

Será el 8 de octubre de 1812 cuando San Martín y la Sociedad Patriótica marcharán sobre la Plaza de la Victoria (hoy Plaza de Mayo), Granaderos incluidos, para lograr la renuncia del Triunvirato. “No siempre están las tropas para sostener gobiernos tiránicos”, había dicho el Libertador.

Asume entonces el Segundo Triunvirato, integrado por Juan José Paso, Nicolás Rodríguez Peña y Antonio Álvarez Jonte. Este tiene mucha más afinidad con los patriotas y da un nuevo impulso a la guerra por la independencia. Después llegará la Asamblea del Año XIII, que va a crear un poder unipersonal: el Directorio. Será Gervasio de Posadas quien aceptará la propuesta de San Martín de ser designado gobernador de Cuyo.

“Fue un gobierno que duró tres años, que fue muy importante. El aspecto político de San Martín no es un adorno. En ese momento tenía dos objetivos: la preparación del Ejército de Los Andes y gobernar Cuyo, que por entonces abarcaba San Juan, San Luis y Mendoza”, reseña Pigna.

Según el historiador, se trató de “un gobierno progresista, moderno, que promovió la educación y la salud pública, el lugar de la mujer y que reformatea la economía, particularmente la mendocina”.

“Mendoza vivía de la venta de ganado a Chile y cuando Chile cae en manos españolas se tiene que reconvertir, pasando de una economía ganadera a otra agrícola, adquiriendo gran importancia la vitivinicultura”. Además, el flamante gobernador creó un sistema impositivo más igualitario para que aportaran más aquellos que más tenían.

En marzo de 1816 comienza a sesionar en Tucumán el Congreso que el 9 de julio del mismo año declarará la Independencia. “El operador político más importante de San Martín en el Congreso de Tucumán era Tomás Godoy Cruz. San Martín tiene la urgencia de la declaración de la Independencia porque quiere cruzar a Chile en el verano del 17, el único momento del año en que se puede cruzar la cordillera, como el general de un país independiente”, resume el experto.

Y agrega: “Envía a Tucumán iniciativas muy interesantes, como el primer proyecto nacional de defensa de la industria argentina, que es el proyecto de protección del vino cuyano, firmado por él y por Godoy Cruz, que es tratado en junio del 16 y rechazado por los diputados porteños diciendo literalmente que si se aprobaba nos íbamos a aislar del mundo”.

San Martín, al igual que el Martín Miguel de Güemes, apoyará la propuesta de Manuel Belgrano de proclamar a un rey inca, con el objetivo de no sobrexcitar a las monarquías europeas, incluir a los pueblos originarios y avanzar en el marco de una autonomía democrática.

La iniciativa fue rechazada por los delegados de Buenos Aires, quienes en palabras de Tomás de Anchorena consideraron inaceptable ser mandados por un hombre “de la casta color chocolate, por un rey en ojotas”. Hubo independencia, más no organización nacional.

“San Martín y Belgrano tenían una absoluta coincidencia política e ideológica. San Martín veía en Belgrano al enorme intelectual que era, pionero de todo lo que se nos pueda ocurrir: política, educación, economía, etc. La presencia física de Belgrano en Tucumán, como invitado no como vocal informante, y la presencia de San Martín a través de sus delegados Laprida y Godoy Cruz, fue fundamental para que ese Congreso apurara la declaración de la independencia”, resume Pigna.

San Martín será clave en la declaración final. El autor de “1810” subraya que “San Martín corregirá el acta original, que decía ‘libres de España, Fernando VII y sucesores’ por ‘y de toda dominación extranjera’, un detalle ‘pequeño’, pero muy importante”. Sobretodo si Inglaterra está merodeando y a quienes están dispuestos a hacerle un lugar.

“La guerra se la tenemos que hacer del modo que podamos. Si no tenemos dinero, carne y un pedazo de tabaco no nos han de faltar; cuando se acaben los vestuarios, nos vestiremos con las bayetitas que nos trabajan nuestras mujeres y si no, andaremos en pelota como nuestros paisanos los indios. Seamos libres y lo demás no importa nada”, escribió San Martín en la proclama al Ejército de Los Andes que en 1817 comenzaría la gesta para liberar a Chile y Perú.

“La campaña fue muy dura. El cruce de los Andes fue una preparación de tres años, con mucha logística, analizados minuciosamente todos los detalles”, repasa Pigna a Télam. Más de 5.000 hombres que atravesaron las montañas más altas de América y soportaron temperaturas de 10 grados bajo cero durante la noche. El propio San Martín, aquejado por la úlcera, debió ser transportado en camilla en más de una oportunidad.

El investigador adiciona que “fue un cruce que duró más de 20 días, una operación militar de una envergadura extraordinaria, con pocos precedentes en el mundo, una línea de combate de más de mil kilómetros, desde La Rioja hasta el sur de Mendoza, dieciséis columnas que se concentran en Chile y van liberando zonas hasta reunirse en Chacabuco y dar la primera batalla, que es tremenda, y que de alguna manera pone en fuerte crisis al Imperio Español en América”.

Está a punto de caer Chile y eso complica mucho al Perú y al dispositivo español en el continente. Simón Bolívar, que estaba derrotado y preparando una contraofensiva, al enterarse del triunfo en Chacabuco, se lanza al ataque nuevamente en el norte de Sudamérica.

“Luego vendrá la única derrota, la de Cancha Rayada, en la que afortunadamente, por las características de mando de San Martín, que era una clara delegación de poder y de que cada uno hiciera lo que tenía que hacer aunque él no estuviera, se salva la mayoría de la tropa para que, finalmente, se pueda dar la batalla de Maipú, que es la que provoca la independencia definitiva de Chile”, destaca el experto.

“San Martín cruzando Los Andes 4 ”, acrílico sobre papel (año 2020) de Diego Manuel Rodríguez (www.diegomanuel.com.ar)“San Martín cruzando Los Andes 4 ”, acrílico sobre papel (año 2020) de Diego Manuel Rodríguez (www.diegomanuel.com.ar)



Liberado Chile, San Martín emprende por mar la campaña hacia Perú. Siendo jefe del Ejército del Norte, y después de las derrotas de Belgrano en las batallas de Vilcapugio y Ayohuma, había comprobado que sería mucho más difícil avanzar con éxito por tierra.

Sin embargo, este no sería su único problema. Buenos Aires retaceaba su apoyo y ya lo miraba con recelo. Su creciente prestigio y la negativa de reprimir en 1820 a los caudillos del Litoral le sumaban enemigos en el Puerto.

“La logia -dice Pigna- ya no quería apoyarlo porque veía que estaba creciendo mucho políticamente y un triunfo en el Perú lo iba a colocar en una posición muy expectante para el Congreso, por el momento utópico pero que en algún momento se iba a reunir, que debía elegir Presidente. San Martín tiene que arreglárselas solo”.

“Además -agrega- se niega a participar en la guerra civil cuando se produce la amenaza de los caudillos del Litoral sobre Buenos Aires. Ahí se produce la convocatoria urgente al único ejército organizado que tenía el país en ese momento, que era el de Los Andes, y San Martín se niega, continuando con la campaña libertadora. Eso le vale el abandono de Buenos Aires. Entonces recurre a Chile y se arma la expedición conjunta que termina con la independencia del Perú”.

A pesar de haberle dicho al Directorio que “el general San Martín jamás desenvainará su espada para combatir a sus paisanos”, se las arregló para emprender la segunda etapa de la campaña.

Con una escuadra formada por 24 buques y unos 4.800 soldados fondeó en el puerto de Pisco, se impuso en la batalla de Pasco y bloqueó el puerto de Lima. El 10 de julio de 1821 el virrey De la Serna se vio obligado a rendirse y San Martín entró victorioso en la capital del virreinato del Perú.

El 28 de julio de 1821 San Martín declaró la independencia del Perú, en el que fue declarado Protector con plena autoridad civil y militar. En medio de graves dificultades económicas que pronto generaron el descontento de la población, logró la rendición de los realistas donde estos aún resistían: en el Sur y Centro del país. Durante su gobierno abolió la esclavitud y los servicios personales de mita y yanaconazgo, garantizo las libertades de imprenta y de culto, creó escuelas y la Biblioteca Pública de Lima.

Pero mientras San Martín avanzaba desde el norte, Bolívar lo hacía desde el sur. Los libertadores se reunirán en Guayaquil el 26 y 27 de julio de 1822. Sin embargo, Pigna asegura que “San Martín no quería ir al encuentro con Bolívar y hace todo lo posible por evitarlo, porque sabía que estaba en inferioridad de condiciones”.

“Tiene una situación complicada en el Perú, la guerra aún no ha terminado. Se declaró la independencia, pero en el sur del Perú sigue la lucha muy dura, porque allí se hicieron fuertes los realistas. Pide auxilio a Buenos Aires enviando un emisario, Juan García del Río, que ni siquiera es recibido por el gobernador ni por el ministro Rivadavia. Es despreciado. Incluso con la confesión, por parte de Rivadavia, de que no iban a prestarle ayuda a San Martín porque si triunfaba en el Perú iba a ser el futuro Presidente de la República”, explica Pigna.

reunión se producirá en un contexto dispar. “Bolívar -relata el historiador- con un ejército que lo duplicaba y un gran país atrás que es la Gran Colombia, apoyándolo; San Martín sin el respaldo argentino ni chileno, y con una contrarrevolución en el Perú que estalla apenas él se va y que termina con la caída de su primer ministro, Bernardo Monteagudo. Así que San Martín está solo”.

Los hechos se precipitan. Para el autor de “Los mitos de la historia argentina”, San Martín “es consciente de su soledad y le ofrece a Bolívar ser su segundo. Bolívar aprovecha esto para decirle que no, que no puede tener un segundo tan importante como él. San Martín es consciente de que lo que está queriendo Bolívar es quedar solo él al mando de la última campaña. Y le dice aquella frase contundente: ‘Ahí le dejo la gloria’. Y se retira”.

“Le deja su mejor gente: su ejército, su hombre de confianza, Bernardo de Monteagudo, que va a ser secretario de Bolívar, y que va a luchar por la reunión del Congreso de Panamá de 1826, que lamentablemente no va a ver porque va a ser asesinado el año anterior. A pesar de todo, San Martín tiene una actitud muy noble con Bolívar”, concluye el historiador.

Las coincidencias entre San Martín y Bolívar en Guayaquil tienen que ver con continuar la guerra contras los realistas hasta las últimas consecuencias y en la necesidad de darle forma a una “Patria grande”, a una América Latina unida.

Difieren, en cambio, en la forma de gobierno a adoptar en los nuevos países. “San Martín habla de una monarquía moderada, al estilo inglés, y Bolívar habla de una república fuerte, una dictadura, teniendo en cuenta la guerra civil que ya estaba desatada en muchos países liberados”, explica Pigna.

Buenos Aires le da la espalda

San Martín renuncia como Protector del Perú y decide volver a Buenos Aires en 1823, después de atravesar Chile y Mendoza. A orillas del Río de la Plata lo espera su mujer, Remedios, quien está gravemente enferma. Pide autorización para ingresar a Buenos Aires, pero Rivadavia, quien era ministro de gobierno de Martín Rodríguez, se la deniega aduciendo razones de seguridad.

Para Pigna “lo que hace Rivadavia es amenazarlo y ponerle espías, como dice el propio San Martín, quien sufrió intentos de asesinato, espionaje en su correspondencia y la amenaza de ser detenido si bajaba a Buenos Aires, con la acusación absurda de haber robado un ejército por haber llevado a los Granaderos, que Buenos Aires consideraba propios, al cruce de los Andes”.

El delicado estado de salud de su esposa lo impulsa a desafiar la negativa. Enterados de la situación, los caudillos del Litoral ofrecen ayuda a San Martín y Estanislao López le dice que está dispuesto a escoltarlo con su tropa. El Libertador agradece el ofrecimiento pero lo rechazada. No quiere más derramamiento de sangre.

“Cuando San Martín por fin llega a Buenos Aires, Remedios había muerto”, relata Pigna. Además, se encuentra con que “se había lanzado una campaña feroz de la prensa unitaria en su contra, ya que no le perdonaban no participar de la guerra civil”.

Es entonces cuando el Padre de la Patria decide partir al exilio. “Era un nivel de ingratitud insoportable, ya que con todo lo que había hecho por el país lo estaban echando. Rivadavia, puntualmente”, subraya el investigador.

Si su ideario estaba mucho más cerca de Estanislao López y los federales que de Bernardino Rivadavia y de los unitarios, por qué de San Martín no tomará partido. “Hay una situación geopolítica muy compleja”, anticipa Pigna. Y explica: “Los caudillos ganaron la Batalla de Cépeda (1 de febrero de 1820) pero perdieron en el Tratado del Pilar”.

Esto para el historiador significa que “a Buenos Aires se le podía ganar militarmente pero era imposible imponerle política sin un cambio del esquema hegemónico. San Martín era consciente de que, aunque hubiera entrado con 5000 soldados a Buenos Aires, no cambiaba nada. Era un tipo muy estratégico”.

El Libertador partirá rumbo a Europa con su hija Mercedes. Tras una breve estadía en Londres se instalarán en Bruselas. En 1824 llegarán a París para que la niña pueda completar sus estudios. Y allí comenzará otra historia.