El periodista alemán sostiene que los documentales eclipsan nuestras representaciones sobre el mundo del trabajo. Y se pregunta: ¿necesitamos un servicio de streaming para el proletariado?
En principio Netflix podría parecer como algo revolucionario, pero sólo si no se la considera -en su totalidad- de un modo muy crítico. En general, no sólo ha modificado de modo fundamental aquello que tiene que ver con el consumo de medios– aunque de todas maneras también lo ha hecho la plataforma de streaming, que es el tipo y manera en la que consumimos series y películas-, sino que también lo ha hecho en relación con los contenidos. Este fenómeno es específicamente llamativo en el género de programas dedicados a la cocina, porque los de Netflix no se parecen en nada a los programas de cocina de la tarde en Alemania.
En lugar de tales programas, Netflix emite programas tales como La tabla del chef, Feamente delicioso o también Sal, Grasa, Ácido, Calor, que son distintos y no sólo por su estética perfectamente acorde al espíritu del momento, sino porque junto a los platos se ponen en escena también -y muy especialmente- a las cocineras y los cocineros, sus formas de vida y sus convicciones, cosa que con mucha frecuencia van más allá del mero amor por la cocina y por los ingredientes singulares, y se atreven incluso a arrojar una mirada sobre las relaciones sociales.
Les ruego que no me malentiendan. Estas emisiones son dignas de ver, los protagonistas tienen muchas cosas interesantes para decir y, en primer lugar, está la comida … Y sin embargo vale la pena dar un paso atrás y mirar con atención qué es lo que ocurre allí. Se trata de la escenificación de un oficio seguramente impactante pero que, sin embargo, tiene poco que ver con la realidad cotidiana de muchos seres humanos. Los protagonistas son cocineros estrella con los que la mayoría de los abonados a Netflix probablemente nunca se toparán. El oficio es glorificado y mistificado por la forma de la escenificación, por un lado, y por otro lado se crea una identificación con los personajes.
Y esto no sólo ocurre con los programas de cocina. También, por ejemplo, en la serie documental Formula 1, en la que distintos personajes como el manager de escudería, el corredor de escudería o el técnico son representados de modo similar. El formato 7 Días fuera – Los más grandes eventos del mundo, promete: “Experimente el drama detrás de bambalinas en la semana de algunos de los grandes eventos mundiales más importantes del deporte, la moda, la astronáutica y la alta cocina”. También se experimenta la presión que afecta al jockey, el caballo y el entrenador, en el Kentucy Derby; o se vive el estrés que experimenta el equipo creativo del canal del Paris-Fashion-Week.
Por medio de este formato, y como al pasar, afectan nuestras representaciones sobre el trabajo. Nos narran el modo de adquirir sentido pleno por medio del oficio, del trabajo como objetivo de la vida, y también de la ética como resultado del trabajo duro para lograr nuestros propósitos. Se trata, incluso, de narrar el ascenso desde lavaplatos a millonario. Luego se celebran de manera clara y distinta sólo algunos oficios cuya necesidad social -frecuentemente al menos- puede ser cuestionada. Mediante tal escenificación se las provee del predicado de “particularmente deseables”.
Ahora, ¿qué ocurre con aquellas actividades, que se caen del sistema, aquellas que no brillan pero que -a la vez- afectan a la mayor parte de la sociedad? ¿Qué ocurre con las vendedoras del supermercado, con los oficios propios del cuidado de la salud, con los trabajadores sociales? ¿No merecerían estos oficios y profesiones –al menos menos una vez- la alta estima de la escenificación de Netflix? ¿No podría agudizarse mucho más nuestra mirada hacia los problemas sociales?
Es posible que pronto se lograra hacerlo. Actualmente algunos directores de cine de izquierda de Chicago están juntando dinero para lograr un nuevo servicio de streaming: Means TV, que debería mostrar las historias de y para las clases trabajadoras, pero con la genial estética de Netflix, según permite suponer un trailer. A ellos sólo podemos desearles suerte, porque presuntamente tales narraciones tendrían más que ver con la revolución.
Benjamin Knödler. Periodista que escribe en Der Freitag. Esta columna de opinión fue publicada originalmente en castellano por Sin Permiso.