El último informe anual de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) revela una imagen contrastada sobre la pobreza en la región, donde, a pesar de ciertos avances, persisten profundas desigualdades y limitadas perspectivas de progreso. En 2023, un total de 172 millones de personas seguían viviendo en situación de pobreza, lo que representa el 27,3% de la población, mientras que 66 millones no tenían los ingresos suficientes para acceder a una canasta básica de alimentos. Esta situación refleja las profundas “tres trampas del desarrollo” identificadas por el organismo, que siguen limitando el avance de los países latinoamericanos: baja capacidad de crecimiento económico, altas tasas de pobreza y desigualdad, y problemas de gobernanza y capacidad institucional.
En términos de pobreza, el informe destaca una ligera mejora en comparación con los niveles más críticos alcanzados durante la pandemia, cuando la pobreza llegó a un pico del 32,8% y la pobreza extrema al 13,2%. El 2023 registró una tasa de pobreza más baja, similar a la de 2014, lo que refleja una recuperación parcial, aunque insuficiente, respecto a los índices de pobreza de la última década. Este descenso se debe principalmente a los avances observados en Brasil, donde las transferencias no contributivas jugaron un papel fundamental en mitigar las privaciones materiales de la población, especialmente después del shock económico provocado por la crisis sanitaria global.
Sin embargo, el informe también pone en evidencia que, si no hubiese sido por esta mejora en Brasil, la pobreza en la región hubiera permanecido casi igual que en 2022. Esta dependencia de un único país para reducir los números regionales subraya una de las principales debilidades estructurales de América Latina: la desigualdad entre los países.
Brechas de género y pobreza infantil
Un aspecto alarmante del informe es la concentración de la pobreza en determinados grupos. Las mujeres siguen siendo más vulnerables que los hombres, con un 22,2% de las mujeres afectadas por la pobreza, frente al 18,3% de los hombres. Asimismo, la pobreza infantil sigue siendo una de las dimensiones más críticas: el 40,6% de los menores de 18 años viven en condiciones de pobreza, una tasa que ha descendido levemente en los últimos dos años, pero que sigue siendo alarmantemente alta.
La pobreza infantil es especialmente notoria en países como Uruguay, Costa Rica y Panamá, donde las tasas de pobreza entre menores de 18 años son significativamente más altas que las de los adultos. Este fenómeno refleja no solo la persistencia de la desigualdad en el acceso a oportunidades, sino también la falta de políticas públicas efectivas que ataquen las causas estructurales de la pobreza desde la infancia.
Desigualdad persistente
La desigualdad sigue siendo una de las características más definitorias de América Latina, a pesar de los esfuerzos para reducirla. El índice de Gini, que mide la desigualdad de ingresos, muestra una mejora marginal entre 2014 y 2023, con una caída de solo un 4%. Países como Colombia y Brasil siguen liderando la lista de los más desiguales, mientras que Argentina y Uruguay presentan índices más bajos.
La distribución de la riqueza es aún más desigual: el 1% más rico concentra alrededor del 33% de la riqueza total de la región, un porcentaje que apenas ha mejorado en la última década.
La alta concentración de riqueza en manos de una pequeña élite económica también se refleja en las diferencias extremas en los ingresos. En países como Chile, Brasil y México, el 1% más rico controla casi la mitad de la riqueza, lo que profundiza las desigualdades estructurales y frena el potencial de crecimiento inclusivo en la región.
La protección social como herramienta clave
El informe también subraya la importancia de fortalecer la protección social, especialmente en un contexto donde uno de cada cuatro hogares en América Latina no tiene acceso a servicios básicos de bienestar. En los hogares más pobres, la situación es aún más grave, con uno de cada tres hogares careciendo de protección social adecuada.
Las transferencias monetarias y los programas de inclusión laboral se presentan como herramientas clave para reducir la pobreza, pero, según la CEPAL, en muchos casos los montos destinados a estos programas no son suficientes para cubrir la brecha de ingresos necesarios para alcanzar la línea de pobreza.
El envejecimiento de la población y las crisis de cuidados, que afectan especialmente a las mujeres, también están generando nuevas demandas sobre el sistema de protección social. Las políticas de cuidados, que hasta ahora han sido insuficientes, deben transformarse para garantizar el acceso a derechos sociales con una corresponsabilidad de género y una mayor inversión en servicios sociales.
Perspectivas y desafíos
Para el 2024, las perspectivas de reducción de la pobreza siguen siendo moderadas. Se estima que la pobreza disminuiría solo marginalmente hasta el 26,8%, y la pobreza extrema se mantendría casi estable en un 10,4%. Esto indica que, a pesar de los esfuerzos por mejorar la situación económica de la región, las mejoras en pobreza y desigualdad seguirán siendo limitadas sin un cambio estructural profundo.
En conclusión, aunque hay avances en la reducción de la pobreza en América Latina, el camino hacia la erradicación de la pobreza y la reducción de las desigualdades es aún largo. Para alcanzar una verdadera mejora en las condiciones de vida de la población más vulnerable, es necesario aumentar la inversión en protección social, implementar políticas de inclusión laboral y abordar las crisis estructurales que afectan a las mujeres y a los sectores más desprotegidos de la sociedad.
Solo mediante un cambio profundo en las políticas económicas y sociales se podrá romper el ciclo de pobreza y desigualdad que sigue marcando a América Latina.
Fernando Acosta es periodista de Radio X (Villa Constitución, Santa Fe).