Haciendo una mirada retrospectiva a la historia villense, hoy es posible decir que los capítulos trascendentes que hacen a puntuales momentos de la evolución de la ciudad pueden ser contados con los dedos de una mano: La Fundación de la Villa de la Constitución; la llegada del Ferrocarril; la expansión Portuaria; el inicio de la actividad Metalúrgica en gran escala y luego sobrevivir y nada más… Desafíos económicos los cuales, cada uno en su tiempo, significaron la esperanza acerca de un progreso sustentado en el trabajo y en la realización personal y laboral de cada uno de los actores intervinientes en los mismos.
También es válido decir que tales esperanzas, en la mayoría de los casos, fueron de la mano a lo largo de la historia de la ciudad de sucesivas frustraciones. En este marco, al momento de buscar las causas de tales estancamientos o retrocesos, tenemos que apelar a un gran sentido de la autocrítica para poder asumir y darnos cuenta que el factor principal ha sido y sigue siendo el escaso protagonismo institucional y personal de la mayoría de la sociedad villense, fundamentalmente de quienes han tenido o tienen responsabilidades políticas.
Tal apatía participativa, en reiteradas circunstancias, ha dejado la puerta abierta para que el rol de primeros actores lo asuman los advenedizos de la política o aquellos que hacen de una herramienta tan esencial y transformadora un asunto exclusivamente apuntado a su beneficio personal y al de un reducido grupo áulico, también en muchos casos incompetente.
Lamentablemente, esto que describimos ha pasado a ser el hilo conductor que ha regido y rige nuestro devenir social y político, el cual además está signado por la falta de una dirigencia valiente y esclarecida a la hora de tomar decisiones trascendentes que hagan a una mejor calidad de vida y a un honrado y sostenido desarrollo.
De todas maneras, sin caer en contradicciones, vale citar que al momento de reconocer comportamientos altamente positivos en cuanto al accionar institucional en Villa Constitución basta como muestra efectiva y casi redentora la tarea consecuente y loable de numerosas organizaciones de servicio, educativas, de bien público, vecinales y asociaciones cooperadoras, por citar algunas, que sin dudas se llevan las palmas del elogio por su trabajo pasando a ser en estos tiempos de crisis la mejor salvaguarda en cuanto a solidaridad ante las muchas veces escasas respuestas por parte de aquellos que tienen responsabilidades como funcionarios a los cuales precisamente con su sacrificado aporte el contribuyente les paga el salario.
A esta altura de nuestra humilde interpretación acerca del presente, -no ya del pasado de Villa Constitución-, nos resulta muy perturbador darnos cuenta que estamos atrapados en lo que podríamos denominar la teoría del cangrejo: un paso hacia adelante, tres hacia atrás.
Y esto nos sucede porque quienes tienen que tomar medidas fundamentales mirando hacia el futuro no lo hacen debido a que solo parecen estar abocados a seguir sentados a la mesa chica de los egoísmos partidarios y hasta personalistas, lo cual ha determinado que en el concierto provincial la ciudad no sea tenida en cuenta a la hora de decidir las grandes inversiones en infraestructura y sobre todo en servicios esenciales para la sociedad, salvo cuando la cuestión pasa por encendidos anuncios propios de tiempos electoralistas.
De lo antes expresado surge que este complejo y laberíntico presente que atravesamos se debe por un lado a que le caben las generales de la ley en cuanto a la crisis económica y social que perturba de sobremanera a la Argentina, lo cual hace que deban multiplicarse por miles los esfuerzos para no seguir por el camino de las antes citadas frustraciones.
Y por otro a la escasa, o casi nula, incidencia que tiene la dirigencia política, empresarial y sindical local a nivel provincial y en los estamentos nacionales donde, salvo raras excepciones que pasan por algún conflicto de resonancia, nadie nos tiene en cuenta.
Ahora bien, en cuanto a la solución de los grandes problemas, según los entendidos en materia sociológica, la misma pasa por dar pequeños pero efectivos pasos. Ello entonces nos lleva a la primera toma de conciencia: es decir, por no considerar a las jornadas eleccionarias como una fecha en la cual nos dedicamos a disfrutar de una mesa bien servida y regada junto a los crujientes leños y brasas de una parrilla. Y la segunda, en ver y analizar con detenimiento si quienes conforman las listas como candidatos tienen méritos acreditados o son portadores de prontuarios o van a la caza de un conchabo en el estado.
Como se puede apreciar, la conclusión que surge a partir de esta humilde interpretación es que el camino de las verdaderas transformaciones es largo y difícil. Por lo tanto, para sortear tan complejo sendero será necesario mucho sacrificio, sublime inteligencia y sobre todo muchos valores… ¿No será que estamos pidiendo demasiado? Ya veremos…
Jorge Nicolay. Militante justicialista de Villa Constitución.