A siete años de la primera marcha de Ni Una Menos, la ministra de Mujeres, Género y Diversidad, Elizabeth Gómez Alcorta, aseguró que “necesitamos profundizar el camino que iniciamos. Necesitamos compromiso de los gobiernos locales y de todos los poderes del Estado, para avanzar en todo lo que nos falta”.
La ministra de Mujeres, Género y Diversidad, Elizabeth Gómez Alcorta, aseguró que se necesita “ampliar el alcance de las políticas de violencia de género en el país y promover ministerios en las provincias con más presupuesto”, a la vez que destacó la importancia de contar con el compromiso de los gobiernos locales y los poderes del Estado “para avanzar en lo que nos falta”, a siete años de la primera marcha de Ni Una Menos.
“Necesitamos profundizar el camino que iniciamos. Ampliar el alcance de las políticas contra las violencias en todo el país y promover que haya ministerios en todas las provincias con más presupuesto. Necesitamos compromiso de los gobiernos locales y de todos los poderes del Estado, para avanzar en todo lo que nos falta”, aseguró la ministra.
Gómez Alcorta disertó este jueves en el Salón Delia Parodi de la Cámara de Diputados en el marco de una jornada sobre “los Desafíos normativos pendientes para el abordaje de las violencias de género”, que incluyó una evaluación de los dos primeros años del Plan Nacional contra las Violencias.
“Este Plan fue más que un plan: fue un cambio de paradigma porque sabíamos que necesitábamos, además de trabajar en el caso concreto y en la emergencia, atacar la matriz cultural que legitima las violencias, ir por las condiciones estructurales que posibilitan su reproducción”, aseveró la ministra.
En ese sentido, remarcó que “nos propusimos fortalecer las condiciones materiales y subjetivas de quienes atraviesan situaciones de violencia de género, y por eso creamos el Programa Acompañar que ya apoyó a más de 165.000 mujeres y LGBTI+ y concentramos los esfuerzos en fortalecer su independencia económica”.
“Muchas veces se da en una primera instancia en forma verbal, como violencia simbólica. La forma más habitual es la amenaza. En estas situaciones de violencia por motivos de género, la amenaza es un acto de habla que toma un doble valor, porque en ese contexto, según nos demuestran los estudios, las amenazas pueden concretarse en tanto se den las condiciones”, señaló.
Y agregó: “Sabemos que no hace falta ser físicamente violento con una persona para causarle daño. Sabemos incluso, que ni siquiera es necesario que el agresor y la persona que recibe la agresión estén juntos en el mismo espacio y tiempo. Esto, en los casos de violencia vicaria (cuando un progenitor ataca a una hija o un hijo con el objetivo de causar dolor a la madre), hace especialmente compleja la situación”, aseveró.
En ese sentido, la presidenta de la comisión de Mujeres y Diversidad, Mónica Macha, destacó que “la violencia nunca adopta una única forma. No solo porque sus efectos sean múltiples o porque muchas veces se den de manera encadenada, sino porque en determinadas situaciones de violencia, en ciertos contextos de violencia por motivos de género, el agresor desplaza sus actos en distintas personas u objetos en busca de un mismo objetivo: el daño a la mujer o identidad feminizada”.
Para Macha, “debemos considerar la violencia vicaria como una forma de la política machista de domesticar, sancionar y castigar a las mujeres. ¿Cuál es el mensaje? ¿Mejor no denunciar o separarse a un varón violento porque encima puede desatarse o desquitarse con los hijos? El mensaje disciplinador es clarísimo y, lamentablemente, es efectivo. No transformemos a las madres en mártires. Acompañemos su lucha y garanticemos sus derechos”.