“…A la idea del bien común y a nuestra existencia, todo debe sacrificarse. Desde este instante el lujo y las comodidades deben avergonzarnos…”
José de San Martín. Mendoza, 05 de Junio de 1815.
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En cada oportunidad en la cual nos disponemos a recordar un aniversario más de la muerte del Libertador lejos de su tierra natal; de manera reiterada innumerables pensamientos se agolpan en nuestra mente, siendo la mayoría de ellos prisioneros de lugares comunes propios de conocimientos superficiales y hasta carentes de medulares análisis históricos.
¿Y esto, por qué sucede?… Es probable que en parte se deba al evidente deterioro en materia educativa que nos envuelve, inhibiéndonos de llevar adelante con certeza tal ejercicio de memoria, a lo cual se le suman los problemas propios que surgen de un creciente individualismo, que hacen que la interpretación de valiosísimos contextos históricos pasen a ser referencias culturales prácticamente irrelevantes.
Por ello, ante el desafío de acercarnos a una figura de la dimensión humana como la del general San Martín, tal vez sea necesario elevar casi con devoción nuestro pensamiento y nuestra capacidad analítica para poder revestir a tal evocación del viso de necesaria seriedad y respeto que la misma no sólo exige, sino que merece.
Es evidente entonces, que al entrar en materia y desgranar palabras y frases que honren a la figura del hijo ilustre de Yapeyú, estaremos partiendo de la premisa que lo hacemos con la intención honesta de acercarnos a la obra y al recuerdo de alguien que en vida antepuso sus ideales y sus firmes convicciones libertarias por sobre sus intereses personales, a los cuales, como buen estoico siempre los ubicó en un plano muy distante.
Hoy, al observar de manera retrospectiva su obra libertaria plena de logros políticos y militares, debemos tomar conciencia que ese valioso bagaje de ejemplos plenos de altruismo y honradez nos debe servir de guía y referencia puntual en estos tiempos de manifiestas inquietudes sociales a las cuales se les añade una sostenida declinación de múltiples aspectos culturales y educativos.
De todas formas, sería erróneo mensurar y sentenciar que todas son calamidades a las cuales debemos resignarnos. Por lo tanto es necesario hacer una sincera interpretación y expresar con certeza que la gran mayoría de quienes componen el tejido emprendedor de nuestra sociedad renuevan con determinación cada día su convicción de seguir adelante por la senda del trabajo y la solidaridad.
Ahora bien, es claro que como contrapartida a tales testimonios de bondades y actitudes superadoras se anteponen los constantes egoísmos de gran parte de la clase dirigente que en su gran mayoría hace todo lo contrario a lo efectuado por don José de San Martín. Es decir, primero se ocupan sus soterrados intereses personales y en segundo lugar, vuelven a ocuparse de tales intereses. Siendo, en consecuencia, las mujeres y hombres de buena entraña de este suelo tan solo espectadores relegados de una trama política que se teje nada más en beneficio de unos pocos, fomentando así una manifiesta injusticia que socava valores, dignidades y hasta afecta de manera grave las relaciones interpersonales y familiares.
Es aquí, donde como contrapartida, se eleva la imagen del general San Martín, quien en el rango temporal de una década llevó adelante el más sorprendente proyecto independentista de la América del Sur sustentándose en sólidos ideales, férreas convicciones libertarias, un agotador trabajo de organización y sobre todo renunciando con sorprendente reiteración a sueldos y honores.
En síntesis, la comprensión de todos aquellos valores propios del espíritu sanmartiniano, -que hoy evocamos-, nos debe servir de guía y norte a seguir, más en las actuales circunstancias donde el sacrificio cotidiano es la única herramienta que tienen a su alcance quienes sueñan con una vida reglada por la justicia y la igualdad de oportunidades. Caso contrario, estaremos, -como pasa con determinados sectores de la clase política-, desobedeciendo la sentencia escrita que prologa este relato, donde el Padre de la Patria nos llama a esmerarnos para cuidar el mayor tesoro que él y sus soldados nos legaron: la Independencia y la Libertad.
Resta manifestar que, aún a pesar del paso de los días en su marcha indetenible, siguen cobrando más y mayor fuerza aquellas sencillas palabras que forman parte de una sentida carta que el 18 de diciembre de 1826 le remitiera desde Bruselas el Libertador a don Tomás Guido, en la cual con gran franqueza, le expresó: “…Serás lo que hay que ser… si no, serás nada…”
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Miguel Ángel Brusasca es Coordinador General de Filiales del Instituto Sanmartiniano del Perú en la República Argentina y Presidente de la Filial “Provincia de Santa Fe” del Instituto Sanmartiniano del Perú.