Los ciclos y crisis en el capitalismo pueden suceder de manera irregular. Esto es parte del movimiento anómalo de una economía que es intrínsecamente inestable. La gran crisis de 2008 fue resultado de ese tipo de procesos. Y para sacar a flote a una economía que ha caído en el desequilibrio se necesita inyectarle liquidez en buenas cantidades. Por ejemplo, las medidas de política de flexibilidad monetaria aplicadas por la Reserva Federal se hicieron sentir antes de la crisis y sus efectos especulativos comenzaron a difundirse por toda la economía desde 2009-2010. Cantidades astronómicas pasaron a fondos de pensión y departamentos de tesorería de grandes corporaciones, en donde sirvieron para aceitar la especulación a escala mundial. Pero lo que sí no hicieron fue promover la inversión y el empleo.
El proceso de recuperación ha sido muy publicitado, pero la realidad es que si por recuperación se entiende un periodo más o menos prolongado de crecimiento, pues eso sí se ha manifestado. Pero, otro lado, si ese crecimiento ha sido muy lento y la creación de empleos ha sido débil, entonces la recuperación puede caracterizarse como una larga recesión. Aun antes de que se desatara esta gran recesión, era evidente que los esquemas de flexibilidad cuantitativa en materia de política monetaria no estaban funcionando como fomento de la economía real. Lo único que habían logrado era promover la recompra de acciones, las operaciones de carry trade, en la que las grandes corporaciones llevaron la especulación a todos los confines de la tierra, en territorios en los que prevalecían menores rendimientos.
Frente a este panorama de fragilidad, con una economía estadunidense perezosa, creadora de empleos de mala calidad, una Europa reticente y unas economías china e india cayendo en recesión, el fantasma de una guerra comercial con todas sus implicaciones, unos desequilibrios muy marcados en toda la economía mundial y el espectro de una crisis mundial, se manifiesta con mayor claridad. Y frente a la amenaza generalizada de una recesión que se cierne sobre la economía mundial, las cosas se confunden. Y lo primero que hay que observar con claridad es el prospecto de una crisis que se intensifica. El nuevo coronavirus promueve que la gente permanezca en sus hogares y evite viajar, recortando la demanda de transporte aéreo y servicios de hotelería de manera significativa. Los recortes de producción en China y otros lugares han perturbado las cadenas de valor. Este proceso, a su vez, ha detonado un flujo constante de avisos de alarma sobre cómo afectará el ya tristemente célebre virus al resto de la economía.
Por el lado de la economía estadunidense, entre más dure la pandemia y más intensos sean los esfuerzos para contrarrestarla –aunque por el momento la situación sigue siendo muy incierta porque hay muchos sitios afectados y gran cantidad de gente ha sido perjudicada–, la gravedad de la situación no ha podido ser evaluada con precisión.
Para una economía que ya se encontraba en fase de semiestancamiento, la situación se ha complicado mucho. Para comenzar, con China todo depende de la velocidad con que se pueda controlar la epidemia mundial, las perspectivas para frenarla y el proceso de restricciones masivas y cuarentenas nunca vistas. Ese país está sufriendo su primera contracción económica desde 1971 y las consecuencias se dejarán sentir en toda la economía global. Si estos procedimientos no funcionan, la recesión será inevitable.
Varios analistas predicen caídas de 2 y hasta 3 por ciento en el PIB mundial si la recesión se declara y se extiende más tiempo. Pero que nadie se deje engañar en este contexto. Los temblores que se vienen pronosticando están presentes desde hace meses y los remedios que supuestamente estaban diseñados para aplacar el dolor los han intensificado. Las contradicciones del capitalismo se ha dejado sentir desde la crisis de 2008 y los remedios no constituyen la superación de estos problemas. De todos modos, los más los vulnerables frente a la crisis de la pandemia siguen siendo los más pobres y explotados por el sistema capitalista. Bajo el capitalismo, ésta seguirá siendo la historia y el signo de los explotados de la tierra.
Alejandro Nadal. Economista. Miembro del Consejo Editorial de Sin Permiso (www.sinpermiso.info).