Si tuviéramos que pensar en la evolución del tratamiento que se le da a la cuestión de género, podríamos decir que sí, hemos avanzado y logrado mucho. Se han ganado espacios importantes, y por sobre todo, el que comprende la conciencia de las personas. Mayor información, mayor conocimiento sobre la temática, mayor compromiso con el sector, mayor logística para abordarlo y hasta un lugar predominante en los medios de comunicación masiva, haciendo uso responsable del espacio comunicacional.
Hasta aquí va todo bien, pero a mi entender y después de haberme comprometido de manera diaria con la cruda realidad de la mujer, no sólo en situación de vulnerabilidad social, sino ya, con todos sus derechos vulnerados, hay algo en lo profundo que no cambió: la voluntad política.
Se han creado oficinas, departamentos, ministerios, y más. Pero “ellas” siguen teniendo la misma realidad, la de no experimentar la seguridad como un derecho adquirido.
Hoy la mujer, transita por la calle con un temor en aumento, mientras que supuestamente debería estar tranquila por todo el aparato que “supuestamente” está a su disposición en caso de alguna dificultad, y entonces así, su realidad no quede oculta.
No. Y no toco de oído. Las escucho y sorteo día a día con algunas de ellas la dura realidad que enfrentan que me constata que estamos lejos de asumir, y mucho mas de resolver, un flagelo social: La violencia de género.
Hay esfuerzos de un lado y de otro, de algunas de las partes del sistema de atención pública, de organizaciones afines, de grupos convocados al tema, y más, pero no alcanza. Se necesita un verdadero compromiso desde los estratos gubernamentales, porque sino, los esfuerzos individuales no tienen la eficacia que si tendrían.
La expectativa superadora nos haría pensar que la mujer debería experimentar cada instancia institucional oficial de seguridad social como lugar de refugio y no como “la gran hazaña de ser atendida, escuchada, contenida y acompañada”.
No tiene que ver con colores políticos, pues cada uno hace esfuerzos, pero no alcanzan.
A mi parecer, se require un compromiso aún mayor, para proteger lo más valioso y frágil que tememos: La vida.
Ellas, vos, yo, nosotros, sentimos que nuestra existencia está en peligro a la vuelta de la esquina, y más si sos mujer. Y porque?
Porque pareciera que da lo mismo que una vida se vaya así tan simple, en manos de un perverso que salta el umbral del respeto para llevarse puesta la vida del otro.
El poder judicial, acompañado de políticas públicas en relación al tema, es la combinación justa para que los recursos económicos pongan en concreto medidas eficaces de prevención, abordaje, protección y acompañamiento de las víctimas.
Otra cuestión importante por estos tiempos es la poca o nula atención de los victimarios. De que manera ocuparnos de este sector? Es necesario el espacio transformador en la etapa de prevención, para aquel que padece la violencia como debilidad y defecto. Es necesaria la justicia con condenas firmes para aquellos que cometen el delito de atacar la integridad física de otra persona. Pero, hay que pensar en el tratamiento necesario para el agresor, sea en la etapa que sea.
También hay que tener en cuenta que este es un problema mucho más estructural de lo que pensamos, ya que la perversión del agresor está directamente relacionada a la salud mental de las personas, que genéticamente heredan trastornos psiquiátricos, y que también está deteriorada no solo por las historias propias vividas, sino también condicionada dicha salud mental por la pobreza, en la cual cumple un factor principal la falta de buena alimentación, la falta de tratamientos de trastornos mentales adquiridos, las adicciones y otros condicionamientos familiares, culturales, sociales y económicos que interfieren en la salud de cualquier ser humano.
El problema es mucho mas grande de los que percibimos, pero no por eso nos lleva a quedarnos de brazos cruzados. Siempre hay algo por hacer. Desde la educación de nuestros menores, hasta sumarnos a grupos, organizaciones e instituciones que abordan el tema en sus diversas versiones.
Es también la hora electoral la que debe movernos el pulso, no sólo pensando en lo económico, sino en las propuestas de los candidatos sobre estos temas, pues de lo contrario, una vez mas quedará todo en loby o discurso impactante pero no eficaz.
Autoconvocarnos sirve, ponernos en movimiento motiva, buscar suplir las necesidades de este sector alecciona, pero no alcanza.
Entre todos si. Sólo algunos no.
Creo en la articulación entre gobiernos y organizaciones civiles y religiosas. Cada uno desde su compromiso puede aportar mucho.
Pero como “estado” que somos todos, debemos tener conciencia estructural de los problemas de la calle, esos problemas que nos rozan día a día. Hoy esos problemas se llevaron puesta la vida de Daiana. Mañana puede ser la mía, la tuya, o la de alguien a quien amamos.
HAGAMOS ALGO.
Padre Matías Pérez. Sacerdote de la Catedral de San Nicolás.
Nota originalmente publicada en el portal de noticias El Informante, de San Nicolás.