La dimensión lúdica y del tiempo en el deporte competitivo  |  por Lucrecia Sabadotto

Opinión

Cuando recibí la invitación a escribir estas líneas estaba en el centro de la ciudad, rodeada de edificios y ruidos de bocina. Mientras caminaba y pensaba en la palabra reflexionar, percibí cierta tensión en mi frente que rápidamente atrajo una pregunta: ¿Cuántas veces las dimensiones, la altura o estridencia de las cosas limitan nuestra visión en profundidad?

En el deporte competitivo se privilegia el resultado por sobre el proceso. La mirada se posa sobre un punto fijo que se encuentra arriba y adelante: ganar. Esforzándose por no distraerse con los dolores corporales y el cansancio, rebotando contra la gravedad y sin amortiguación, el deportista avanza con su lado del cuerpo dominante, obedeciendo indicaciones muy precisas: empujar, atacar, inhalar, propulsarse, siempre hacia adelante.

En esa única e invariable trayectoria en línea recta, crea una barrera muscular hacia el entorno. Inhibe las vías sensitivas de su sistema nervioso y privilegia las motoras, para que ningún elemento externo pueda presentarse como obstáculo. Avanza sin sentir. Se sancionan las faltas y restan puntos las caídas que le impidan desplazarse en esa dirección, sin detenerse hasta alcanzar el objetivo. No importa cómo, no importa cuándo, no importa nada…

¿Desayunó, cómo durmió esa noche?, ¿qué cosas dejó de hacer para estar ahí, ese día, en esa competencia?, ¿su familia pudo pagar el pasaje para acompañarla/o?

En el territorio del jugar hay horizonte, amplitud y despliegue de opciones que se dan en un marco de cuidado y respeto. El tiempo que domina es el del deseo. Existen momentos de pausa, silencios, contemplación, elección de entrada, permanencia y salida.

Los jugadores dialogan, establecen acuerdos y crean vínculos de sostén mutuo. Se privilegia la espontaneidad, el placer de la acción y cada quien elige el modo y la trayectoria de sus movimientos. No hay rebotes ni acciones dominantes, porque no hay objetivos ni resultados que alcanzar.

¿Puede jugar quien tiene restringida y condicionada la dirección de su movimiento?, ¿Cómo jugar entre tanto apretujamiento?, ¿puede jugar quién está forzado a ganar?

El tiempo del deporte

Reflexionar también invita a detenerse, interrumpir la serie, hacer un stop y ver dónde estamos, de dónde venimos, hacia dónde nos dirigimos. ¿Se puede detener algo en el deporte competitivo?

El tiempo es un factor agobiante y el deportista no puede elegir. Hay un solo tiempo y está impuesto desde afuera, como una estructura de metal pesado, una valla en su camino, una vara en su columna. En su cuello, una soga atada y apretada lo va dejando sin oxígeno.

Se somete a la extrema disciplina, al orden, las reglas, los jurados, los jueces. Muchas veces esconde su crecimiento y controla la producción de hormonas. Come lo estrictamente necesario para estar “en peso”. Compite anestesiado con algispray o infiltrado, como si fuera la única vez y la última oportunidad. Lo da todo. ¿Y después? ¿Se puede detener el tiempo?

Nada puede ser más importante que satisfacer los deseos y necesidades. No, los del deportista no. Los del entrenador/a, familia, asociación, federación, provincia, país. Los del deportista no. El cuerpo del deseo es desechable. Se valora a quien aguanta sin chistar.

Pero el cuerpo, ¡ay el cuerpo!, resiste e insiste hasta encontrar un vericueto, una hendija, una espiral para deslizarse y mostrarnos de frente la evidencia. ¿Siempre científica? La evidencia nos revela que el único modo de parar es la lesión. En el deporte competitivo la lesión opera como un elemento de interrupción y salvación.


Lucrecia Sabadotto es Profesora de educación física, ex gimnasta artística y cofundadora de “Travesía en movimiento”.

Artículo originalmente publicado en La Capital, de Rosario.